La escuela, el instituto y la universidad son centros de aprendizaje. Espacios de humanismo. Lugares en los que el diálogo y el debate deberían formar parte de la reflexión crítica por parte del alumno.
Sin embargo, una de las críticas que recibe el modelo de enseñanza tradicional en la que el profesor imparte una clase magistral, sin admitir turno de preguntas o dejando este aspecto en un segundo plano, es que este método de enseñanza refleja una forma de dogmatismo. Hoy, en Formación y Estudios, reflexionamos en torno a esta cuestión.
El dogmatismo en la educación
La filosofía, una de las disciplinas más importantes, nace del valor de la búsqueda de la verdad a partir de la sabiduría. Sin embargo, el dogmatismo también está presente en la esta ciencia humanista. ¿Qué ocurre en el contexto específico de la educación?
El dogmatismo pedagógico concede a la figura del profesor la autoridad de transmitir conocimientos que son verdaderos en sí mismos. Es decir, aquello que expresa el docente es lo que el alumno tiene que aprender sin opción de réplica o de duda. Desde esta perspectiva, surgen afirmaciones, tesis y postulados que tienen un valor absoluto. Cuestiones que no admiten debate alguno.
Los alumnos asisten a muchas asignaturas y materias a lo largo de su vida. Sin embargo, la asignatura más importante no es matemáticas, por ejemplo. La materia más importante es aprender a pensar. Y también, aprender a ser feliz.
El riesgo del dogmatismo pedagógico es que en este sistema cerrado no hay espacio para la reflexión de estas cuestiones tan vitales que nacen de la libertad en su máxima expresión. La libertad del docente para transmitir sus conocimientos desde la creatividad y la flexibilidad mental.
Y, también, la disposición del alumno para dejarse inspirar por un espacio que le invita a pensar por sí mismo. Porque el aula es un espacio de diálogo común en el que surge un feedback constructivo.
Esta visión dogmática de la enseñanza también influye en la propia forma de aprender. El error de aprender de memoria, sin reflexionar en torno al texto, hace que muchos alumnos olviden lo memorizado pocos días después del examen. Esto ocurre porque no han interiorizado de verdad el conocimiento. Simplemente, repiten al piel de la letra lo anotado en el tema.
Desde el punto de vista del dogmatismo, las afirmaciones que son consideradas ciertas como verdades absolutas no pueden confrontarse con la información de la realidad. Se presupone que su verdad trasciende a estos datos.
El riesgo de este tipo de teoría del conocimiento es que resulta reduccionista en sus planteamientos cuando se aplica de manera universal. Sin embargo, alguien que fundamenta sus planteamientos en el dogmatismo se siente débil ante una réplica bien fundamentada que puede ir en contra de la esencia de su idea.
Dogmatismo versus relativismo
Otra corriente que también puede ser negativa y que contrasta con el dogmatismo es el relativismo. En este contexto, la verdad del relativismo se fundamenta en el punto de vista individual de cada uno.
Mientras que el dogmatismo establece tesis que son consideradas como verdades inamovibles, esta tesis no se sostiene en el relativismo. La opinión está condicionada por la creencia, la experiencia y las circunstancias del protagonista.
En la historia de la filosofía, los sofistas son un claro ejemplo de autores relativistas que ponen la retórica al servicio de la construcción de la verdad. Un relativismo presente en la persuasión que produce el poder del lenguaje.